Medios de Comunicación y Dictadura
Miramos el documental "La Construcción del enemigo" de Gaby Jaime
En la navidad de 1977, en Montevideo, se llevó a cabo un operativo del Plan Cóndor ( en conjunto con las fuerzas armadas de Argentina, Chile, Uruguay y Brasil) alli militantes argentinos son secuestrados clandestinamente y trasladados desde Montevideo a la ESMA en Buenos Aires. La pareja Juan Alejandro Barry y Susana Mata mueren durante el operativo. Cinco niñas, entre ellas su hija Alejandrina, también son secuestradas. La imagen de la pequeña Alejandrina es tapa de los diarios uruguayos y luego en las revistas de mayor tirada en Argentina, pertenecientes a la editorial Atlántida.
La prensa, participe necesaria, para el sostenimiento de la dictadura, montó un operativo de prensa para construir al enemigo. Mostrar a Alejandrina no como víctima de los crímenes de los militares, sino como víctima de sus propios padres.
Extracto del Dossier Educación y Memoria
"Los Medios de Comunicación y la memoria del horror 19761983" (Carlos Gassmann)
Comisión Provincial por la Memoria
(texto completo aquí)
El examen del papel cumplido por los medios de comunicación durante la última dictadura militar requiere tener en cuenta que se trató de un período de características excepcionales, dadas las condiciones sumamente restrictivas de producción, circulación y consumo de la información que imperaron entonces (limitaciones que fueron durísimas en los primeros años del Proceso, en el apogeo del terrorismo de Estado, y que fueron atenuándose paulatinamente con la relativa apertura ensayada desde la asunción de Viola
como presidente y se aflojaron considerablemente tras la derrota de Malvinas).
En cuanto a las condiciones de producción, se aplicó una censura rigurosa desde el día mismo del Golpe de Estado. Mientras mayor fuera el alcance de los medios considerados, mayor era el control. Así, se colocó al frente de los canales de televisión a interventores militares, mientras que la mayoría de las radios y la casi totalidad de los diarios y revistas permanecieron en manos civiles. Aunque, eso sí, con un grado de vigilancia mayúsculo, que se incrementaba en la misma proporción que el alcance en términos de público del medio respectivo.
Entre los comunicados de la Junta de Comandantes Generales dados a conocer el 24 de marzo de 1976, se incluyó el Nº 19, que expresaba que sería “reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidos a asociaciones ilícitas o a personas o grupos notoriamente dedicadas a actividades subversivas o de terrorismo” y “con reclusión de hasta diez años el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados e imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”.
Cuando los mecanismos de control previo o la autocensura fallaban, se apelaba al recurso de secuestrar la tirada antes de que llegara al público. Por último, las condiciones de consumo también fueron especialísimas, en tanto se suspendieron las actividades gremiales de trabajadores, empresarios y profesionales y toda actividad política, se impuso el estado de sitio y se prohibió realizar reuniones en la vía pública.
De la oposición a la complicidad
Sumido el conjunto de los medios en un clima de terror y censura, hay que señalar, sin embargo, que no todos se comportaron del mismo modo. Es lo que se comprueba si se analizan las distintas actitudes que adoptaron los diferentes medios gráficos:
a) La oposición frontal sólo puede rastrearse en medios que circulaban en forma clandestina, como la Cadena Informativa y la agencia ANCLA (Agencia Noticiosa Clandestina), encabezados por Rodolfo Walsh, en una experiencia que se cierra con su desaparición, el 25 de marzo de 1977.
b) Encontramos también distintas formas parciales de resistencia en la prensa de circulación legal. Se trata de gestos que pueden parecer poco significativos vistos fuera del contexto de la época, pero que cobran otro relieve si se tiene en cuenta que a sus responsables les costaron el encarcelamiento, la deportación y hasta la tortura y la muerte.
A veces, el apoyo al régimen en ciertos aspectos, como la política económica, se contrapesaba con críticas a sus violaciones a los derechos humanos.
Era el caso de La Prensa, que por otra parte mantiene su conservadurismo político, pero al que le cabe el mérito de haber sido el primer diario que publicó una solicitada de los familiares que reclamaban por el destino de los desaparecidos. También La Opinión, por lo menos con anterioridad a la detención de su creador y director, Jacobo Timerman, incluyó en sus páginas críticas al accionar represivo. Y, sobre todo, The Buenos Aires Herald, el diario de la comunidad británica en nuestro país que se edita en inglés. Clarín, por su parte, sólo hacía reparos –desde una postura desarrollista– a la política económica monetarista implantada por Martínez de Hoz, pero guardaba silencio respecto de la represión ilegal, por lo menos hasta la visita, en 1979, de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Una mención aparte merece la revista Humor, surgida en 1978, por el modo mordaz e inteligente con que ejerció la crítica. En paradójico contraste con su nombre, se convirtió en uno de los medios más serios. Muchas veces lo que dicho en el tono habitual hubiese resultado intolerable para los censores se expresaba en clave humorística. Por esa razón, las tiras de historietas y las viñetas de humor de las contratapas de los diarios, o las caricaturas ilustrativas de las páginas interiores, como las de Sábat en Clarín, decían más que los anodinos comentarios de las secciones de “Política” o “Economía”.
A veces, el apoyo al régimen en ciertos aspectos, como la política económica, se contrapesaba con críticas a sus violaciones a los derechos humanos.
Era el caso de La Prensa, que por otra parte mantiene su conservadurismo político, pero al que le cabe el mérito de haber sido el primer diario que publicó una solicitada de los familiares que reclamaban por el destino de los desaparecidos. También La Opinión, por lo menos con anterioridad a la detención de su creador y director, Jacobo Timerman, incluyó en sus páginas críticas al accionar represivo. Y, sobre todo, The Buenos Aires Herald, el diario de la comunidad británica en nuestro país que se edita en inglés. Clarín, por su parte, sólo hacía reparos –desde una postura desarrollista– a la política económica monetarista implantada por Martínez de Hoz, pero guardaba silencio respecto de la represión ilegal, por lo menos hasta la visita, en 1979, de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Una mención aparte merece la revista Humor, surgida en 1978, por el modo mordaz e inteligente con que ejerció la crítica. En paradójico contraste con su nombre, se convirtió en uno de los medios más serios. Muchas veces lo que dicho en el tono habitual hubiese resultado intolerable para los censores se expresaba en clave humorística. Por esa razón, las tiras de historietas y las viñetas de humor de las contratapas de los diarios, o las caricaturas ilustrativas de las páginas interiores, como las de Sábat en Clarín, decían más que los anodinos comentarios de las secciones de “Política” o “Economía”.
c) Hubo medios que cumplieron, con mayor o menor entusiasmo según las áreas temáticas, con lo que el poder militar esperaba de ellos y no se caracterizaron por ser expresión de la resistencia –La Nación, Clarín, exceptuando su crítica a la política económica, Crónica, salvo por la publicación de algunas noticias, referidas a conflictos gremiales o a declaraciones de dirigentes justicialistas, que las propias características de sus lectores le imponían–. En el caso de La Nación y Clarín, quedaron comprometidos con el Gobierno desde que se convirtieron en sus socios en la propiedad de Papel Prensa, la empresa monopólica en la fabricación nacional de papel.
d) Finalmente, existió una prensa abiertamente cómplice, que colaboró estrechamente con la dictadura. En esa categoría ingresa la revista Extra, dirigida por Bernardo Neustadt, y Carta Política, editada por Mariano Grondona (quien además respaldó con entusiasmo al gobierno en cada medio en que colaboró, incluido El Cronista Comercial, donde firmaba sus columnas con el seudónimo de Guicciardini). El diario La Razón fue copado por los servicios de inteligencia y se convirtió en un instrumento de sus campañas de “acción psicológica”. Otro tanto ocurrió, por una combinación de adhesión ideológica y oportunismo político, con la Editorial Atlántida, incluidas las revistas Gente y Somos, El Gráfico y Para Ti. Tampoco faltaron los que, como el diario de Bahía Blanca, La Nueva Provincia, apoyaron a la dictadura guiados por su propio fanatismo ideológico.
Mas Información:
Actividad:
Leer el siguiente texto
Identificar cómo bajo condiciones semejantes,
hubo comportamientos disímiles por parte de medios y periodistas.
1) Distinguir
los comportamientos que adoptaron diferentes medios de prensa y periodistas
durante el período de la dictadura militar, reflexionando sobre las
responsabilidades de la sociedad civil.
2) ¿Cuáles
te parecen testimonios cómplices de la dictadura? ¿Cuales te parecen de
oposición? Y ¿cuáles sin ser de oposición abierta presentan resistencia a lo
impuesto por la dictadura?